Tu Nombre: Anastasio "Mártir" Aquino

Por Ana Mercedes Miranda Morán

Anastasio-Aquino3.jpg

I

Sin saberlo, ya traías tu destino

liberar a tus hermanos de cruel sino,

en las nonualcas tierras calurosas

escenario de luchas ardorosas.

II

Como todos los ancestros de gran raza

labrabas la tierra con seguras trazas;

luego, la semilla de maíz sagrada

con agua y sol vida otorgaba.

III

Trabajabas en los campos de tus padres y abuelos

eras, pues, propietario de aquel suelo

junto a Blas, hermano y el amigo Zarampaña

grandes compañeros de campaña.

IV

Tu alma era bravía, reflejada en incisivos ojos,

los cuales observaron traiciones y despojos,

maltratos, desprecios y capturas

que teñían tu vida de amargura.

V

Y cuando el criollo con voracidad

te robó las tierras sin piedad,

tu sangre digna y corazón altivo

se rebelaron en momento decisivo.

VI

Así, con plena y firme convicción

te pusiste a la cabeza de la insurrección,

pensada y fraguada por justos motivos,

con el pleno apoyo de muchos nativos.

VII

“Este es mi machete”, dijeron por cientos,

“dispón lo que sea por los cuatro vientos,

que a la lucha dura contra el enemigo,

estamos dispuestos y unidos contigo”.

VIII

Otras armas fueron lanzas de hüiscoyol,

que alzaron fuertes, enhiestas al sol,

y las dirigiste firmes para batallar

con alma aguerrida, cual fiero jaguar.

IX

“Cien arriba y cien abajo”, con segura voz ordenabas,

y las huestes de Prado y San Martín, caían emboscadas

capitaneadas por rancios y altaneros generales

a quienes tus fuerzas arrollaban cual vendavales.

X

Los triunfos se sucedieron, y el nombre Anastasio Aquino

fue sinónimo de rogar auxilio divino

pues aquellos que antes orgullosos, humillaron a tu raza

ya solo pudieron atrancar sus casas.

XI

Luego de avanzar, pensaste en San Vicente

hogar de usurpadores considerados decentes

sin que la sorda y ciega ley los castigara por ladrones

al contrario, se convirtieron en rígidos patrones.

XII

Los vicentinos temblaron con cerval pavor,

en la Iglesia de El Pilar ocultaron oro, joyas, su principal amor,

y pidieron a Mariano Azmitia, tu antiguo amo

interceder contigo para evitar el daño.

XIII

Hablaste con Azmitia sin sentirte receloso;

recordaste que contigo fue bondadoso,

y por respeto y aprecio al anciano caballero

dijiste “entraremos en orden y hablaremos primero”.

XIV

Te recibieron miedosos, fingiendo alegría

señores de sombrero, damas de fantasía,

y te ofrecieron banquetes con bebidas espirituosas

que a tu alma llenaron con ideas fogosas.

XV

Pronto, tu indígena ejército sintiose desatado,

y la negra tradición dice que hasta fuiste coronado

con la diadema del venerado San José

Padre de Cristo y Santo de mucha fe.

XVI

En las calles vicentinas hubo miedo y espanto

allá y más allá clamaban a Dios Santo

y olvidaron o no reconocieron

que ese azote por injustos recibieron

XVII

Recuperaste joyas y riquezas,

cobraste lo despojado con largueza

y a Matilde Marín raptaste como prenda

para volver seguro por tortuosas sendas.

XVIII

Rumoraron de tu amor hacia Matilde,

pues te veían servirle muy humilde;

y “Cascabel”, tu furibundo capitán,

airado te reclamó sin vacilar:

XIX

“Anastasio Aquino ha perdido su valor”

te dijo con el ceño retador,

y contestaste: “¡Vete, ´Cascabel´, maligno,

estás actuando como ser indigno.

XX

Con eso comenzó, eternos dioses mayas,

el ocaso de tan grande batalla,

una hermosa, una heróica acción,

malograda por la vil traición.

XXI

Chema Durán, compadre, a Matilde te arrebató

episodio que a ti te devastó.

Aun así continuabas batallando,

y ni el padre Navarro impidió que siguieras triunfando.

XXII

Pero las últimas lides del gobierno

fueron para ti duro invierno,

y con el alma llena de dolor sin fin

te refugiaste en el cerro “Tacuacín”.

XXIII

Esperabas reagruparte, salir con fuerza redoblada;

sin embargo, la maldad, la ponzoña te acechaban.

Un buen día, “Cascabel” te entregó al enemigo,

y aun así, te mantuviste erguido.

XXIV

Ante la torva estulticie de las fuerzas gobernantes

con étnica altivez dijiste: “¡Sigamos adelante!”.

Presentías que a tú alma y  tu ejemplo seguirían,

y que al final tu semilla triunfaría.

XXV

Pero entonces, el ejército avieso y artero

te dio muerte y te exhibió en la cuesta de Monteros,

creyendo que eso infundiría temor

a una raza llena de valor.

XXVI

Ellos no supieron que en 1833

cuando hiciste gala de intrepidez

quedarías en los libros de la Historia

para inspirarnos con tu singular memoria.

XXVII

Anastasio Aquino, héroe nonualco,

buscaste para tu raza lo más alto

y hoy vives siempre en nuestras mentes,

como sol de justicia, eternamente.

 

Cerro del Tacuzín

Cerro Tachuasín

Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase: